martes, 15 de diciembre de 2009

La Regenta




Leopoldo Alas Clarín de igual forma que haría Émile Zola en Francia con la saga Rougon-Macquart, supo en su obra maestra La Regenta captar en los personajes la esencia de un pueblo mediante perfiles psicológicos de gran calado y realismo. Habladurías, chismes, cotilleos, rumores. Distintos términos para referirse a una misma constante en la historia más reciente de nuestro país. Una sociedad de clases en la que la gran presión ideológica ejercida desde la iglesia y las capas dominantes ( la figura del cacique durante la Restauración es sin duda el paradigma) coartaba la libertad de expresión y obligaba a referirse en la más absoluta intimidad a los asuntos de orden público. De ese modo, el ocasional incumplimiento por parte de la población de los estándares morales y de comportamiento creados desde los grupos dominantes daban paso a un aluvión de críticas que nacían de los mismos prejuicios que el sistema alimentaba entre la ciudadanía. Unos prejuicios que incluso hoy todavía se pueden observar aunque en menor medida en nuestras relaciones cotidianas y que en Vetusta Morla eran el pan de cada día.

Ramón J. Sender plasmó 70 años después en su obra Réquiem por un campesino español esa misma realidad. Cada mañana las mujeres del pueblo se reunían en el Carasol y echaban dijendas por sus bocas, injuriando a aquellas otras que se salían de los patrones establecidos. Luego llegaron los soldados y las hicieron callar con sus fusiles. Los tiempos de la República en que se podía hablar más alto de lo normal se habían acabado, volvía la férrea represión. Qué contradicción que se buscase callar aquello que se genera.

La España de la Restauración que retrata la población de Vetusta Morla es esa misma España tradicional varios años antes, sin balas, pero con la misma mirada censora del clero vigilando desde lo alto del campanario de la iglesia, aún cuando los curas mismos eran en muchos casos los que incumplían los dogmas que querían imponer. La presunta inocencia que podría representar Mosén Millán (el cura protagonista de Requiem por un campesino español) contrasta con la picardía y la ambición del magistral D. Fermín.
Pese a la diferencia de fondo, una capacidad de actuación privilegiada, que al fin y al cabo contrasta con la de los oprimidos.

La novela y el film de La Regenta crean una metáfora muy interesante. La iglesia representada por el magistral, y las nuevas clases dominantes (fruto de la fusión de la incipiente burguesía y la decadente nobleza) de la mano de Álvaro Mesía se tratan de repartir el mismo pastel (este rol lo jugaría la piadosa Ana). Un pastel sabroso, inconsciente de las conspiraciones que traman ambos personajes para hincar sus garras sobre él. Un pastel sólo al alcance de unos pocos, unos pocos que mientras tratan de devorarlo no permiten a los demás nada más que observarlo y dejan recelosamente que opinen e insulten desde la opresión que los mismos culpables ejercen sobre los otros.

En el film el magistral menciona en un momento dado: no es fácil escapar de las miradas en Vetusta. Las miradas hacen sentirse vivas a las personas, las miradas de censura y odio, que tratan de humillar el error humano, y que en el fondo de ellos también reside pero que acusan en tejado ajeno para olvidar las miserias de ellos mismos. Quizás en el fondo todos fuesen víctimas, víctimas de unos estereotipos y unas pautas que difícilmente se podían cumplir a raja tabla, a pesar de la fuerza del qué dirán y de las etiquetas que los demás les colocasen en la espalda. Las personas somos al final personas. Con nuestros pensamientos e ideas, pero proclives a dejarnos llevar por la pasión.

La España de hoy no es tan distinta. Más pública, sin trabas a la hora de poder expresarse en público, aunque desgraciadamente sigue viva esa constante de señalar hacia el otro. La prensa rosa y el amarillismo son ejemplos claros. La gente crea debate público a partir de la vida de los demás, opinando desde el prejuicio, de la misma forma que antaño, pero con la diferencia de que hoy se dispone de medios de masas y una libertad de expresión que permiten en muchas ocasiones hacer un desagradable uso de ellos.

Así por tanto, la validez de la obra maestra de Leopoldo Alas Clarín no sólo se limita a sus días, también llega a los nuestros. Clarín, seguidor de Krause, siempre buscó en su literatura la regeneración moral y cultural del país. Aunque años de oscuridad ( previo paso del fusilamiento de su hijo entre muchos otros) evitaron el inevitable cambio y el fin de esa España castiza, opresiva y burlona, la Regenta queda para la posteridad como un documento del que se puede aprender ya no sólo del pasado, sino también del presente y de cómo enfocarlo hacia el futuro.

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